Con mis pamás – neologismo personal para papá y mamá – y mi hermana, siempre hemos sido bien fanáticos de México, por su arte, el carácter de su gente, su comida, que, opuestas a la idiosincrasia chilena, se vuelcan hacia afuera constantemente. Cuando visité ese país en octubre del año pasado, justo al comienzo del estallido social aquí, descubrí que es uno en donde – extraño para casi cualquier chileno, sobre todo hoy – se sienten orgullosos de su nacionalidad más allá de sus gobernantes, por sus costumbres, mitos, creencias, y en donde cada uno es desde pequeño un artista, pues para cada festividad crean en cada familia objetos coloridos, sin dudar de si las confecciones que logran están bien o mal hechas.
Acá en Chile, me parece que es lo contrario. Existe siempre un constante juzgar y, en el peor de los casos, burlarse o hacerse callar si cantas bien o mal, si dibujas bien o mal, si algo no te funciona. A mi parecer, esto se corresponde con que nuestro arte se vuelque hacia un interior profundo, lamentoso y poético, como demuestran los grandes artistas chilenos conocidos mundialmente -Violeta Parra, Neruda, Mistral o Víctor Jara- quienes guardan una relación con el sufrimiento y el amor muy distinta a la que tuvieron, en contraste, Frida Kahlo y Diego Rivera, los pamás de la idea que tenemos del arte mexicano en general, quienes, sin haber sufrido menos, expresan sus emociones hacia afuera, sin tapujos ni juegos verbales, en grandes murales o en pinturas coloridas, lo cual parece extenderse como actitud base al resto del país. Parece ser que los grandes artistas nacionales sintetizan en su obra y personalidades una naturaleza común a la personalidad propia de los pueblos.
El diario de vida de Frida Kahlo, por ejemplo, es un maravilloso desorden de dibujos y palabras, el que fue publicado con sus páginas fotocopiadas, pues habría dejado de ser lo que es si solo se transcribían las palabras como en diarios comunes. En la privacidad del arte mexicano vemos, entonces, que la palabra se conjuga con la imagen y se vuelven dependientes.
Algo muy parecido es lo que hace desde hace 14 años la artista mexicana Taquito Jocoque, que es de quien en realidad quiero hablar aquí. Dibuja lo que se le viene a la cabeza con lápices Sharpie, colores de palo o crayolas sobre hoja blanca, sencillamente, según el contexto que esté viviendo ella o los sucesos que pasen en otro lugar. Su arte deviene, para ella, en un diario de vida, que, sin proponérselo, es a veces activismo, a veces humor, a veces denuncia, ternura o sarcasmo. Dibuja aquello que la inspira o le gusta: de música, fotografías, artistas que admira, películas o series, además de acontecimientos en su país o en el mundo. No intenta profundizar más allá de lo que le nace, con el simple motivo de compartir algo porque lo siente. Un arte que parece algo infantil a primera vista, pues mucha gente piensa que está hecho con pretensión caricaturesca, pero no, simplemente ella ve una foto, por ejemplo, y así es como le sale el dibujo.
Su verdadero nombre es Roxana Ramos y Taquito Jocoque es su nombre de artista. Nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas, frontera con Texas, EE.UU. Es libra, tiene 34 años y una hermana 6 años mayor. Sus pamás son muy católicos y ella no cree en la Iglesia, pero tiene fe, como buena mexicana, en la virgen de Guadalupe. Estudió Diseño de interiores y se cambió unos semestres a Diseño gráfico. Había estado viviendo durante dos años entre Chile y México para ver a su polola – como decimos acá -, hasta que pasó lo del covid y no ha podido viajar. Vive en Ciudad de México y es mitad dueña de una galería en San Miguel de Allende donde va una vez al mes a trabajar.
Dado su lazo con Chile, uno de los dibujos que más me llamó la atención en su Instagram fue el de Antonia Barra. Al preguntarle por aquello Taquito me respondió que generalmente dibuja femicidios o mujeres desaparecidas y que, en realidad, dibuja casos de todos lados, según se vaya enterando o por peticiones que le hacen. Así al menos pone al corriente a sus seguidores por redes sociales y es una forma de ayudar a la visibilización de estos casos, considerando que en su ciudad natal hay mucho narcotráfico y gente desaparecida. Además, le gusta el humor negro y por ello en sus dibujos muchas veces incluye frases que motiven o den risa. Las frases pueden ser en español o en inglés según cómo se entere de ella, ya que, por ser de frontera, creció con los dos idiomas y las dos monedas.
Su proyecto empezó a modo de juego artístico; Roxana nunca pensó que fuera a funcionar como negocio, pues ahora vive de ello. Empezó haciendo ilustración y en un proceso lento, de años, entre que ilustró un libro y empezó a trabajar con algunas marcas, comenzó a incluir el dibujo en todo, interviniendo ropa usada, luego con pequeños tirajes de serigrafía en playeras y bolsos, hasta que empezó a organizar fiestas, diseñando flyers, con lo que fueron abriéndose y concretizándose cada vez más y más posibilidades. Así fue captando a su público, algunos de los cuales también le compran los originales, además de tener una tienda en línea en que vende solo las poleras y en la que va cambiando los diseños. Se envían a todos lados. Cuando viaja a Chile, pregunta por redes sociales quiénes quieren y las entrega en Providencia, además de traer siempre otras cosas para vender: imanes, encendedores, gorritos, bolsos, etc.
Por un lado, desde siempre – y ahora con el covid -, se ha ido adaptando a las distintas situaciones. Nada es planeado. Posee un Airbnb, del cual hizo la curaduría del espacio, hoy detenido por la pandemia y lugar del cual recibía gran parte de su sueldo informal, que junta de su trabajo esporádico con marcas, la venta incierta de poleras y sus accesorios a los que incluyó este año mascarillas y gorritos. Por otro lado, Taquito señala que su galería en San Miguel de Allende es como su hijo, porque no le trae ganancias y por ahora es casi pura inversión, pero es como su regalo, como su semillita. Ella espera a ver si un día puede irse a vivir a esa ciudad, cerca de la galería. La administra junto a uno de sus mejores amigos, con el cual empezó exponiendo y con el que comienzan a abrir el espacio para que expongan más artistas e impartir talleres.
Dada la situación sanitaria del 2020 sus planes del año se desarmaron, pero se las ha arreglado con una línea de cubrebocas que combina con unos sombreritos, además de tasas. Hoy en día se encuentra trabajando en un proyecto con un artesano de Michoacán, inspirado en juguetes mexicanos. Dice que siempre está abierta a ver si llegan marcas o propuestas, y que quizás ahora también haga una colaboración con un artista urbano, aunque son tiempos raros.
Les dejo felizmente invitades a todes a conocer el trabajo de Taquito, el que manifiesta de manera literalmente gráfica, esa parte expresiva y abierta del arte de su país; a seguir @taquito_jocoque_ en Instagram, para disfrutar de su sencillo, divertido y colorido arte, esperando que cuando pueda viajar de nuevo a Chile tenga más compradores interesades con quienes compartir parte de este hermoso diario de vida mexicano.