Artes escénicas

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La Guanaca Astuta en el día de la Virgen del Carmen

A las 00:00 del 16 de julio de 2021, en la ciudad de Iquique, una seguidilla de explosiones me despertó mientras me quedaba dormido (sí, me estaba durmiendo a esa hora). Eran bengalas y fuegos artificiales que algunas personas lanzaban de sus patios por segundo año consecutivo. Al no poder subir al pueblo de La Tirana a celebrar la gran fiesta religiosa en honor a la Virgen del Carmen, por causa de las medidas sanitarias de la pandemia, esta era una de las manifestaciones en reemplazo. Con mi mamá y mis abuelos (ellos viven en Iquique, mis papás, mi hermana y yo somos de Santiago y estábamos de visita familiar) salimos en pijama a ver qué estaba pasando, mientras yo registraba un pequeño video con el celular. En distintos y dispersos puntos de la ciudad y sobre la gran montaña de arena que cierra la capital regional por el este, brillaban circulitos de artificio, intentando anunciarle a la virgen, allá arriba en la pampa, que sus devotos siguen adorándola. 

Desde que se le apareció hace miles de años a alguien en un tal Monte Carmelo, en Tierra Santa, esta virgen no ha hecho más que adquirir el papel de patrona de muchas naciones y de todos los ejércitos habidos y por haber (en España, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, Bolivia, Argentina, Perú, Chile y quién sabe dónde más). Aquí en Chile, es reina (¿aún hay monarquía?) y patrona del país, de sus fuerzas armadas y de los carabineros (pacos). Es decir, es una figura traída desde España que ha servido para evangelizar y justificar toda idea de patria y guerra, legitimadas a través de la supuesta existencia de Dios. De allí que no sea extraño que, en la famosa Leyenda de La Tirana, sea ella la virgen asociada. 

A modo muy sintético, la Tirana fue una princesa Inca que luego de escaparse de las huestes de Diego de Almagro, por allá por los 1500, se escondió con un ejército en los bosques del tamarugal de la pampa. Ahí combatió muy violentamente a los españoles e indígenas bautizados, hasta que se enamoró de un portugués llamado Vasco de Almeyda y se transformó al catolicismo para poder estar con él en el cielo una vez muertos (en fin, la hipotenusa). Luego, sobre la tumba de los amantes, un fray encontraría una cruz sobre la cual había un escapulario de la Virgen del Carmen y, en ese lugar, en medio del desierto, decidiría construir una iglesia. Básicamente se trata de una historia que alaba desde el catolicismo no solo a la virgen más facha, sino a la indígena más traidora, y las une en santa hermandad. Una historia de evangelización al estilo Disney para convertir a la gente en creyentes. 

Tuvimos que entender que aquello no era un carnaval, era una fiesta religiosa (en Chile no hay carnaval como en el resto de Latinoamérica, pero eso es otra historia). Nos explicaron, además, que los grupos de baile no son comparsas, son cofradías religiosas, las que pagan un porcentaje al obispado para poder bailar en la fiesta y es la Iglesia la que decide si una cofradía puede o no bailar.

Con mi compañía de teatro de Santiago, La Guanaca Astuta, estuvimos en la fiesta de La Tirana el 2019, para investigar en función de nuestro segundo montaje, El viaje del Supay. Fuimos pensando que nos encontraríamos con un carnaval lleno de alegría popular. En cambio, nos encontramos con una celebración sumamente confusa conceptualmente. Tuvimos que entender que aquello no era un carnaval, era una fiesta religiosa (en Chile no hay carnaval como en el resto de Latinoamérica, pero eso es otra historia). Nos explicaron, además, que los grupos de baile no son comparsas, son cofradías religiosas, las que pagan un porcentaje al obispado para poder bailar en la fiesta y es la Iglesia la que decide si una cofradía puede o no bailar. Sumado a estas restricciones, junto con “ley seca” en el pueblo durante toda la semana de bailes y cantos, vimos que, a pesar de los colores alegres en los vestuarios, las máscaras, las bandas de músicos con grandes instrumentos y la música, la expresión de los bailarines es más de concentración que de alegría o celebración. Es evidente que por mucho que se de como espectáculo, ellos no bailan para los turistas que asistimos ni para divertirse, bailan para la Chinita (la estatuilla principal de la Virgen del Carmen dentro del templo), a quien, generalmente, le han hecho una manda. 

Foto de proceso de ensayo-laboratorio escénico 2021 en el Cajón del Maipo.

Habíamos llegado con la idea de investigar el origen indígena de la fiesta, de la cosmovisión andina, específicamente de la figura del Diablo Supay o Diablo de Tropa, personaje propio de la diablada, uno de los bailes con las máscaras y trajes más atractivos dentro de la fiesta. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta que se trataba de un sincretismo mucho más complejo que esa simple mezcla desproblematizada entre lo español y lo indígena. En su origen, por cierto difuso, hay que considerar: a los mineros del salitre, que el territorio antes era peruano, que las diabladas llegaron de Bolivia, que hay bailes de morenos de origen afro, que hay bailes de indígenas estadounidenses influenciados por los wéstern, que a pesar de que los trajes guardan referencias antiguamente andinas los bailarines son plenamente católicos, que no hay un diálogo horizontal entre la Iglesia y el pueblo. Además, hay dos tipos de diablos en esta fiesta, los Diablos Supay, que son los de la diablada, guiados por el arcángel Miguel, los cuales usan esas máscaras coloridas (incluso con luces en la noche), y los diablos rojos o diablos sueltos. Los diablos rojos son los únicos bailarines que, a pesar de conocerse, no forman una cofradía religiosa y, por tanto, no están atados a las reglamentaciones eclesiales. Podría decirse que son los bailarines rebeldes de la fiesta y los diablos más propiamente chilenos, no importados desde los orureños bolivianos. No obstante, esto no significa que no adoren a la Chinita.

Es con estas miles de dudas, opiniones y contradicciones que nos generó la fiesta, con la que hemos estado trabajando para generar un montaje teatral (el cual será audiovisual debido a la pandemia). Cuando íbamos buscando respuestas, nos encontramos con la ambigüedad de un sistema muy complejo de poder a la vez político, social y religioso, un vínculo extraño entre lo mundano popular y la oficialidad divina a través de símbolos y personajes heterogéneos, diablos y cóndores que le bailan a una virgen de yeso en medio del desierto más árido del mundo. De esta manera, es que hoy nos encontramos experimentando un trabajo grupal escénico muy complejo. Hemos ahondado en el trabajo físico de las actrices respecto a la presencia de acciones físicas, construcción de diseño de personajes y, en el proceso de este año, tras adjudicarnos el Fondo de Artes Escénicas 2021, sumamos un lente performativo que nos ha permitido indagar en un nuevo lenguaje, a lo cual le debemos sumar también lo audiovisual.   

Como compañía, tomamos eventos y temas de las culturas tradicionales del territorio chileno, para reflexionar sobre nuestro propio presente. Hoy es un día en que los invitamos a reflexionar sobre la figura de esta virgen que, por muy hermosos y espectaculares que sean los bailes en su honor, y por muy verdadera que sea la devoción y la fe de la gente que le baila y la adora, guarda en su simbolismo una terrible historia de violencia, conquista y colonialismo, resistencia, de poder político, de lucha de clases, religiones y culturas. 

Por último, los invito a seguir nuestro perfil de Instagram @la_guanaca_astuta y estar atentos a las noticias. 

Aclaro que este texto es una opinión personal de uno de los actores, que no se condice necesariamente con el sentir y pensar total de los demás integrantes de La Guanaca Astuta.


Ficha artística (laguanaca.astuta@gmail.com)
Dirección: Gabriela Robledo
Producción: Makarena Marambio
Diseño integral: John Álvarez
Música: Pablo Serey
Coreografía y entrenamiento: Francisca Copaja
Elenco: Cristóbal Cartes, Josefa López, Sol Parga, Alexandra Smith

Miembros de la guanaca astuta que viajaron a la fiesta de La Tirana el 2019. 

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