Así como esta reseña de la novela Dedos o el estado del arte de Cata Ramírez es consciente de ser una reseña, la novela de Ramírez es consciente de ser una novela.
«Dedos» es la primera primera novela de Ramírez, quien nació en Santiago, en 1988. Es escritora, mamá y creadora escénica. Con una trayectoria en actuación ha dirigido y escrito algunas obras de teatro como Madre, he vuelto (2012), Diario de Alina Reyes (2013), Código sigma (2014), además de Hombres grises y Por la razón o por la fuerza (2016) dos efimeros del Laboratorio de Artes, accionados en Santiago y Montevideo respectivamente.
Entre la magia y la ciencia
En esta novela, el narrador se levanta, y nos señala con los dedos para indicarnos que “aquí está la ficción”. Lo sorprendente, es aquello que va más allá: la realidad, o la super ficción, la realidad ficcionada.
Beatriz es una mujer que emprende un viaje en un Chile futurista, que a su vez es este Chile que conocemos. Está el Sur y el Norte, la magia y la ciencia, divididos por una frontera que puede significar la muerte. Un personaje muere, por eso es la estrella de la novela, la estrella del norte que todos los personajes siguen, que guía la historia en resolución de su asesinato.
Mellizos en espacios liminales
Beatriz y Tomás, los mellizos, uno en cada lado de la frontera, el científico y la vidente. Beatriz sabe cosas, comprende el lenguaje de un programa llamado Zona 0, otro lugar que no es Norte ni Sur, que no es solo dónde, también es cuándo. Ella habla su lenguaje, ella puede salir de su cuerpo; como Nana Ceravieja de Mundodisco, o quizá Los Cambiapieles de Juego de Tronos, ella puede ser extracorpórea. Tomás es el científico, la contraparte de su hermana. Y en el medio está el Jota, que es un poco de ambos, que también habla Zona 0 y guía, desde el centro, desde Santiago -uno futurista lleno de torres de vidrio-, la búsqueda por encontrar el asesino de Estrella.
Un microcosmos en forma de caracol
En el núcleo del centro está el Caracol, una estructura que se persigue a sí misma en espiral, en donde artistas, duendes y bichos viven en una aparente armonía que es fracturada por brutal delito, de-li-to, de-dos. Dedos que faltan. Esta novela, como Estrella, no tiene género: a veces es metaficción, otras realismo mágico, otras ciencia ficción ligera, distopía, cyberpunk; otras ciencia ficción dura, llena de ecuaciones matemáticas y complicados sistemas de comunicación.
La novela es rápida, es ritmo, es igual a los ríos que se describen en el viaje de Beatriz: violentos, caudalosos. Los narradores van y vienen, te mantienen tomado del hilo filoso de la trama:
“Beatriz no alcanzó a pensar nada y ya se había abalanzado sobre el hombre, había tomado un objeto contundente y se lo había intentado ensartar en la cabeza. El hombre fue más rápido todavía y, tras esquivar lo que resultó ser un pedazo de tronco hueco tratado como asiento, la agarró fuerte entre los brazos y la contuvo. Recordó los últimos segundos de la persecución, me agarraron, pensó Beatriz, ahora van a interrogarme. Ella había saltado sobre él como una felina con las garras activas, engrifada.”
Así mismo es la prosa del libro: engrifada. No es un libro inclasificable, es multi-clasificable, se agranda, se desborda, te absorbe y cada página cuenta, porque todos los ríos van en una sola dirección, un solo final posible, que esta reseña no puede revelar, porque sabe que es una reseña, porque sabe que solo existe en Dedos y es allí donde los ojos del lector deben fijarse.