El pasado viernes 3 de mayo se llevó a cabo el concierto “Preludio de Aurora” de Nicole Bunout, evento que ella misma propone como una bisagra que sostiene el paso de “Crisálida” (2014), su primer disco, a “Aurora”, su segundo proyecto en el que pretende incorporar nuevas propuestas sonoras.
Desde el inicio el concierto demostró un enfoque en el uso del cuerpo acorde al discurso musical, que dio un sentido de continuidad, de melodía-cuerpo, muy pleno. A esto hay que sumar el aporte dado por los desbordes de colores que apoyaron la atmósfera al integrarse a los cuerpos, como también al rebotar en ellos.
En relación con lo anterior, el concierto abre con una figura velada formada por dos cuerpos, que son Nicole Bunout y María Delirio, acurrucados juntos sobre el suelo en un mutismo y una quietud que serán rotos solo por la melodía protagónica de un violín. Germinando lentamente, cual semilla, uno de los cuerpos comienza a erguirse revelando a una Nicole siempre móvil, siempre en cambio: transformación es movimiento. Al son de la música y la voz de Nicole, el cuerpo velado danza y gira, aflojando sus ataduras en equilibrado caos, conducta que inevitablemente alude a las leyes de la naturaleza. Así, esta danza se consolida como imagen y representación profunda y simbólica del título que lleva por nombre el concierto: “Preludio de Aurora”. El origen, el inicio, el cielo que en su cambio de colores vuelve a nacer otra vez. La corporalidad, que fue una línea común a lo largo de todo el concierto, toma aquí el protagonismo propio de la apertura: un despertar, un desvelo en movimiento, como el segundo previo a la aurora.
La nueva sonoridad augurada se vio en los arreglos del conjunto perteneciente al disco “Crisálida”, que brotó en la primera etapa del concierto. Temas que incorporaron propuestas deliciosas de jazz suave y cambios rítmico-armónicos sorpresivos fueron marcando lo que este concierto bisagra pretendió decirnos: cambios de canciones de “Crisálida” a favor de la expresión de la metamorfosis que implica la aurora.
Parte importante y reflexiva fue cuando Nicole Bunout tomó la guitarra y los músicos abandonaron el escenario. “Una de las cosas que más me da miedo hacer, pero que igual estoy haciendo ahora”, sentenció y no pudo quedar más clara la moraleja de la frase cuando concretó un extraordinario y apasionado cover de “Luchín”, canción-himno de Víctor Jara. La música al desnudo se mostró ante un público expectante. La gran interpretación de este tema dejó clara la contingencia de la propuesta sonora en el presente de Nicole Bunout, como también la relevancia del saber mirar atrás para ir adelante: mirar a Víctor Jara para cantarlo desde Nicole Bunout. “Colibríes sabios y fuertes que van hacia el pasado y lo observan para ir hacia adelante… Tienen la sabiduría de tenerse en el presente… Almas guerreras encarnadas”, comentó la cantautora-colibrí.
Luego: los invitados. Lo esencial de la música radicó en el uso justo de los instrumentos sin hacer abuso de ellos. El ejemplo más deslumbrante del concierto de lo mencionado está en el dúo de voces que se formó entre Nicole Bunout y Valentina Payeras, cantora extraordinaria. Ambas llenaron el espacio con dos voces, nada más. Fueron turnándose para hacer la base armónica mientras la otra llevaba la línea melódica y, en ocasiones, concretaron armonías para el refuerzo expresivo de lo que pareció un misterioso mantra hipnótico e intenso. Simplemente hermoso.
Otro invitado fue Benjamín Walker, artista con quien Nicole cantó una hermosa historia a ritmo de zamba. La complicidad entre ambos hizo que nuevamente desde dos personas con sus instrumentos, la voz y la guitarra, el lugar estuviera sólidamente sostenido por una música firme y sensible.
Así se fue gestando este misterio a través del sonido. Además de los invitados, los músicos demostraron no solo ser buenos intérpretes, sino también buenos cómplices de Nicole y de su mensaje sincero. Supieron hablar desde sus instrumentos con sinceridad y pasión. Crearon, además, un excelente vínculo con el público, lo que permitió que el concierto se desarrollara en un ambiente ligero, de buen humor y agradable. Los músicos fueron Fernando Raín en la guitarra; Ramiro Durán en la guitarra; Pablo Vidal en el bajo; Samuel Álvarez en la batería; Javier Cornejo en el piano y María Delirio, danzante. ¡Aplausos para ellos!
No queda sino felicitar a Nicole y sus compañeros de ruta. La calidad de su música y la sinceridad de su compromiso artístico precisan atención y difusión. Como ella lo anunció en su momento: “la sorpresa viene hacia acá intromirando”, y así fue y está siendo con “Aurora”.
Joaquín Miranda Puentes
Carolina Miguieles Schilling
Fotografía: Carolina Miguieles Schilling
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