Artes escénicas

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Drama desde la cama: mutar hacia formas colaborativas de teatro virtual

Hace unos días recibí una invitación para sumarme a un encuentro por Zoom llamado Drama desde la cama (@dramadesdelacama). Suavicé las luces, me senté en la cama con el computador entre las rodillas alzadas e ingresé a la reunión. Una vez adentro, luego de la bienvenida, debíamos apagar micrófono y cámara para experimentar una lectura dramatizada, seguida por un conversatorio. Lo que pasó adentro me pareció un caso importante de mutación de la práctica teatral, por sobre todo, colaborativa; una sensación similar a cuando uno escarba y rastrea sobre la tierra y encuentra un grupo de hormigas abriéndose camino entre las hojas, las raíces y ellas mismas, probando las posibilidades de interacción en su entorno, equilibrando modos de vivir.

LAS ARTES ESCÉNICAS MUTAN Y SE EXPANDEN

En los últimos meses, a propósito de la pandemia, se han reactivado numerosos debates en torno a las plataformas de creación y difusión de las artes (ver entrada), siempre interesantes para una actividad humana concebida y configurada en torno al constante cuestionamiento de sí misma, cuyos principales motores son la apreciación y la crisis. La dramaturga y directora teatral Manuela Infante (Revista Hiedra) declara que es un debate en vano sostener líneas argumentativas esencialistas respecto a las prácticas de áreas como el teatro. En este momento cabe preguntarse por las mutaciones contextuales de dichas prácticas y el potencial alcance que pudieran tener a futuro, como una suerte de modificación adaptativa respecto a las condiciones de vida en que se están desplegando durante la pandemia.

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Dentro del panorama nacional actual distintos teatros, centros culturales y  colectivos de actores han alterado las limitaciones del espacio/tiempo tendiendo a ofrecer programación por streaming — como es el caso de Teatro a Mil, Matucana 100 o GAM — mayoritariamente, lo que ha permitido preservar a las artes escénicas como un  encuentro estético/político, con todas las dificultades que implica sostenerlo, como la precarización del rubro o la democratización para las audiencias (ver entrada). En mi opinión, otra fortaleza que ha manifestado esta mutación en el acceso al teatro es la potencial descentralización online: las obras están dispuestas para la gente más allá de la capital, incluso más allá de los límites nacionales, si se quiere. En este punto, de todas formas, sería importante evaluar eventualmente si este fenómeno opera en dirección inversa, si acaso las salas regionales también pueden proyectar su alcance hacia otras latitudes.

EL CICLO, EQUIPO, LA CONVOCATORIA

Este ciclo de lecturas dramatizadas  — un formato híbrido que usualmente permite ampliar el texto hacia la actuación — surge a fines de abril a partir de la idea de varios amigos actores de aprovechar las plataformas virtuales como espacio de encuentro, que a su vez incorpore aspectos como el uso de cámaras, el vestuario, la luz y el sonido. El equipo organizador está conformado por Felipe Jara, Amparo Saona, Carolina Munitiz y Eduardo Vásquez, además del apoyo en difusión de Teatro del Puente y de Balcón Tudor a través de Instagram. 

Durante una semana se recibieron textos, sin selección en esta versión: cuatro de Chile, tres de México y uno de Brasil. Posterior a la revisión del equipo organizador, cada texto era asignado a un grupo de actores que compartieran espacio, con el fin de proyectar la lectura hacia una dramatización lo más creativa posible dados los recursos virtuales.

HACIA UN TEATRO VIRTUAL

Esta propuesta amplía las posibilidades hacia un teatro virtual, estimulante en sus implicancias técnicas y colaborativas, ebullente en sus tensiones respecto al teatro en vivo, amplio en sus alcances territoriales, complejo en términos ficcionales y dialógico entre todos sus participantes:

– Tanto el proceso de escritura como de lectura dramatizada están articulados desde la ejecución por Zoom, lo que sitúa a este encuentro como un referente en la experimentación escénica. Esto tensiona aspectos de la puesta en escena como el manejo de cámara(s) y de las funcionalidades de la plataforma virtual, el manejo vocal y, sin duda, la permanencia del soporte, dependiente de la calidad de la conexión a internet;

– El formato en que se presenta, a diferencia del streaming, conserva dos elementos constituyentes del teatro en vivo: el componente de escenificación en tiempo real y de encuentro entre espectadores al ingresar y al finalizar la función; 

– En su primera versión, su convocatoria alcanzó a dramaturgos de Chile y de otros países de Latinoamérica, lo que manifiesta la descentralización virtual como fortaleza y la inquietud colaborativa como factor común entre creadores escénicos;

– En términos ficcionales, los participantes de la reunión, con nuestras presencias virtuales, percibimos la transmisión por el mismo medio en que actualmente se despliega nuestra sociabilidad, con una distancia similar a la que existe cuando miramos contenidos que no están en vivo en nuestras pantallas, pero también con la participación y fragilidad de la ficción propia de las funciones a las que asistíamos físicamente;

– Por último, el diálogo posterior a la lectura permite la reflexión y la participación activa de todos los participantes: organizadores, dramaturgos, actores y el público, de modo que efectivamente se percibe como un ser que muta en la colaboración y en la crítica in situ Esta práctica no suele ser común, incluso en encuentros o propuestas experimentales; sin embargo, durante el estallido social ya estaban llevándose a cabo con mayor frecuencia los conversatorios posteriores a las funciones. Sin duda, este factor alberga un amplio potencial en términos de mediación artística, que sería conveniente propagar.

Efectivamente existen otras propuestas similares, como Pixel Proyectado (@pixelproyectado), instancia online para proyectos escénicos nacida durante la cuarentena, o Sala de máquinas (@salade.maquinas), que anterior al confinamiento por la pandemia, se planteaba como un encuentro para la promoción de las artes del movimiento con hora y lugar fijos que, en la actualidad, también ha mutado hacia las transmisiones en vivo mediante Instagram periódicamente. No cabe duda que estas son grandes manifestaciones de resistencia de las prácticas escénicas, por lo tanto, es crucial reforzar la difusión y vivenciar las propuestas de sus creadores artistas y combinar variables para todos estos experimentos, porque grandes mutaciones están ocurriendo. Particularmente, el caso de Drama desde la cama, es una iniciativa que, con todas las fascinantes peculiaridades que propone, se proyecta como una práctica teatral que no ha venido a sustituir otras, sino a ampliar sus condiciones de vida en un medio virtual, un teatro cyborg, si se quiere, que a futuro también podría coexistir junto a otras.

PROCESOS ADAPTATIVOS A TRAVÉS DE LAS ARTES

Los humanos somos seres que jugamos con signos y sus repeticiones en función de la construcción de sentido: los combinamos, los asignamos, los relacionamos, los modificamos. Las artes son evidencia del infinito reordenamiento, interpretación y distorsión de los signos como una forma de conexión y cuestionamiento sensible de la vida, que discuten pactos entre lo convenido y lo no convencional. Por lo mismo, siguen siendo nuestro soporte, aun pese a estructuras competitivas, no dialógicas y productivistas, pese a la violencia biopolítica o a la vulnerabilidad de nuestros cuerpos respecto a un virus. Frente a la contingencia, es deslumbrante participar de los procesos adaptativos del ecosistema artístico, experimentar cómo allí donde hay modos que caducan también hay nuevas formas de vida, como ha ocurrido en otros grandes procesos históricos locales o globales. Espero gustosa la nueva versión del encuentro, que ojalá cuente también con la participación de artistas de regiones, y las emergentes formas de posibilitar la vida a través de las artes.

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