Dada la reciente hiperproyección de la amistad, la información y el trabajo a la virtualidad, en el caso de muchxs
sin olvidar las diferencias de conectividad
que derivan de los abismos económicos
cultivar habilidades digitales que nos permitan merodear por el sistema como un sujeto estándar es mayoritariamente una necesidad. También es preciso cultivar habilidades análogas insondables para las cámaras, para las cifras, para los ángulos rectos, para los unos, para los ceros.
Escribo esto desde mi computador, que me escucha, que me almacena fragmentadx
pero que nunca sabrá de mi olor, del sudor de mi piel después de recorrer cuadras en los desplazamientos aleatorios que ejecuto
solo para ser una mancha impredecible en el paisaje,
que nunca entenderá – él ni el extremo de donde puede ser alterado –
el móvil de mis luchas y mis goces, que son también de otrxs.
Así, cuando salgamos a la calle, cuando nos calcemos las zapatillas de la rabia y la colaboración, aun si no cambiamos estructuras, al menos, nos sabrán ruidosxs, inquietxs, impredecibles
más allá del refinado aprendizaje de máquinas
más allá de los sistemas predictivos,
Sabremos subvertir estrategias con la adaptabilidad de la hierba a través del cemento.
Sabremos hackear institucionalidades desde dentro con nuestra organicidad
Que esto no sea la mudanza total a un mismo plano
sino el desdoblamiento de nuestros cuerpos transhumanos.