Artes visuales

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Residencias artísticas en Los Ríos: canales de un territorio visual

Por Kütral Vargas Huaiquimilla

Entre un converger de ríos, Valdivia flota en la imagen de una fractura y sus cauces. La telúrica memoria de un territorio famoso por episodios de la naturaleza mostrando su potencial, así como también testigo de los flujos humanos que han generado todo tipo de cambios a través de los siglos. 

Los afluentes son el registro ancestral de esta zona, llamada antiguamente Ainileufu, que con el paso del tiempo pasó a ser llamada Valdivia. Cada torrente de tiempo se manifiesta en forma de árboles, de sonido de aves, de vientos que fluyen entre la ciudad y la costa, o en forma de niebla que se eleva rozando la piel de habitantes y turistas a través de las estaciones. Todos confluyen ávidos de naturaleza, esa que se resiste a desaparecer frente a la ambición humana que seca las venas de esta tierra. 

Diversos cuerpos que han habitado este territorio han ido construyendo imaginarios. Primero el pueblo mapuche, luego la invasión de diversas colonias. Muchas de ellas integraron sus estéticas y relatos a una tierra que quisieron hacer suya. En esos cruces de pobladores de diversas áreas europeas, familias acentuaron imágenes . Un ejemplo de ello que puede reflejar esto es a través del ensayo “Fotografía en la Frontera” de Mariana Matthews. Textos e imágenes publicados en el libro Los Pioneros Valck. Un siglo de Fotografía en el sur de Chile (Pehuén, 2005), editado por Margarita Alvarado y Mariana Matthews. Los Valck, quienes ofrecen una memoria visual acentuada en el retrato profundizando en la forma en que se captura a través de la fotografía los rostros de aquellos tiempos, el paisaje y los habitantes previos en el territorio, dejando las huellas  que mostrarían al futuro el peso de ciertas memorias de las cuales en la actualidad debemos analizar para edificar los puentes que unan nuestras biografías.

Cuando pensamos en un territorio y sus posibles imágenes nos encontramos con periodos en que el cuadro de la remembranza y el resguardo de esta sería crucial para sobrevivir a la dictadura. En ese sentido, las imágenes se retratan hechas cuerpo entre sus artistas, quienes también en conjunto con su práctica son parte del entramado de las comunidades que existen en el espacio. Artistas que han estado por temporadas en estas áreas, como también hasta el final de sus días, conforman una expresión de resistencia y de memoria en las artes. Tal es el caso de la poeta y actriz Maha Vial, o también de la fuerza de Caballo de Proa, proyecto de Pedro Guillermo Jara y Ricardo Mendoza, en un principio, que luego pasó a la dirección general de Jara. Se trata de una revista que sirve como instancia de investigación, como un documento historiográfico que habla de una escena, actividades y cierto espíritu de su propio tiempo. Entre los años 1981 a 2013 se publicaron números con textos y obras visuales cuya experiencia nos puede remover como réplicas sísmicas a nuevos lugares de prácticas creativas y de comunidad hasta nuestro presente. 

Actualmente, uno de los variados espacios culturales que articulan la relación entre memoria, procesos creativos y acciones de encuentro en Valdivia es la Galería Barrios Bajos. Esta se destaca por contar con una amplio programa de actividades, talleres, exposiciones y alianzas estratégicas con diversos espacios culturales a nivel regional y nacional, como un ecosistema en diversificación. La galería está a cargo de dos compañeras inseparables, unidas por el vertiginoso deseo de las expresiones y la construcción de un cuerpo artístico, capaz de  articular saberes y afectos: Gabriela Urrutia y Elisa Figueroa. Ellas promueven una necesaria lectura de un territorio y su visualidad, desde sus aguas, su clima y su pulsión comunitaria, desde ya casi 13 años de trabajo y políticas afectivas.

Una de las apuestas desde este espacio como plataforma es Los Ríos: Territorio Visual III, programa organizado por la Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de la Región de Los Ríos, junto a Galería Barrios Bajos con un enfoque de fortalecimiento de las artes de la visualidad de la Región de los Ríos. En este programa se trabaja desde diversas aristas, como en la construcción de un archivo de la Revista Caballo de Proa, en la creación de cápsulas audiovisuales para difundir el trabajo de los y las artistas o en el despliegue de una residencia de investigación y creación artística.

Respecto a esta última arista, en 2022, bajo una convocatoria abierta, el equipo de la galería junto a otros jurados seleccionaron a diez artistas que habitan la Región de los Ríos, con lo que se potenció el  intercambio transdisciplinar  entre artistas jóvenes. Sus flujos cruzan la pintura, el video, la danza, la  performance, la escritura y, sobre todo, el impulso por generar un torrente creativo que festeje la navegación y circulación de estos cuerpos por la historia que los atraviesa. 

El proceso de estos artistas en residencia es una invitación a profundizar la mirada en lo local, a observar lo que nos rodea desde el respeto por los espacios. La experiencia apunta a que quienes participan se permeen de los otros procesos creativos y de los íntimos territorios visuales de cada cuerpo, para configurar en conjunto un gran río que nos lleve a encontrarnos en la posibilidad de entablar mejores relaciones humanas. 

Cada artista en ese torrente trae algo que aportar. Bárbara Carrasco propone un territorio tecnológico con la complejidad contemporánea de ser una tejedora mapuche de nuevos sistemas en agencia con lo que dispone la web. Cristian Arriagada persigue el retrato del desgaste de lo material sistematizado en una metodología arqueológica de lo cotidiano, mediante el registro de la huella y su lenta desaparición. Claudio Lavado (CAIO) indaga en la persistencia nostálgica del píxel, propia de los nacidos bajo la influencia y acceso más próximo a las tecnologías de consumo masivo, lo que provoca cuestionamientos tanto desde lo social como desde lo íntimo. Emilia Duclos utiliza la poesía para iniciar una ruta marcada por la observación exhaustiva de lo micro, como pequeños mundos de lenguaje que integran organismos abstractos, insectos o paisajes experimentales. Estela Morales impulsa un enfoque en las artes performativas a través de los flujos discursivos del hidrofeminismo, el ecofeminismos y la gráfica como materia. 

Por su parte, Fernando Andreo explora una naturaleza que corresponde a una hibridación problemática entre la crueldad humana, el retrato de luchas políticas en el espacio público y la belleza no canónica agenciada en medio de la violencia. Hernando Lattus expone su cuerpo como un instrumento performático, que con tenues movimientos y grandes giros de significado,  pone en tela de juicio el cuerpo hegemónico capacitista. Javier Soto construye un lenguaje en base a testigos silenciosos de las zonas donde abarca su quehacer artístico mediante objetos cotidianos en la urbanidad y sus estéticas seriadas o mediante datos para configurar un discurso de lo no visto por el transeúnte. Paulina Rosso  en sus ilustraciones intenciona reflexiones urgentes en torno a  la visión hegemónica de la belleza y a los cuestionamientos feministas. Paz Jara abarca múltiples inscripciones simbólicas sobre el cuerpo de la mujer y politiza los procesos de la intimidad misma, para encontrar en el duelo, la muerte o lo ritual un campo de aprendizaje.

En concordancia con estos diez procesos creativos, esta residencia se constituye como un referente en la región acerca de cómo las prácticas artísticas pueden motivar otras formas de interacción: más situadas y relacionales, generando gestos para adentrarse en distintos espacios comunales del territorio, con sus propios flujos de historia oficial y no oficial. De este modo, se tensiona el espacio interior para luego re escenificar un posible territorio visual personal, que se transforma en colectivo al ser expuesto. Se trata de producir agencia entre las diversas miradas, con su respectivo caudal de imágenes particuladas por la fractura del territorio.  

Finalmente, la unión entre cuerpos logra consolidar procesos en que se comience a formar un ecosistema diverso y así en el futuro sea posible hablar de una escena artística mutante. Que progresivamente la gestión artística en este territorio implique las infinitas gestualidades del cariño:  un saludo del vecino, un regalo del dueño de la botillería para celebrarse luego de un largo día de trabajo, la consideración constante de motivar a los otros, un cartel escrito a mano diciéndonos “acá afuera no pasa mucho, pero espero por ti”. El arte puede ser todo eso y más. Al lograr estos gestos las comunidades comienzan a activar el flujo presente en toda memoria: el de un líquido llamado afecto. 

Galería Barrios Bajos: https://www.instagram.com/galeriabarriosbajos/

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