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La mujer y los peinados afro: relatos de resistencia ocultos tras un estilo

La lucha de la mujer por sus derechos, la valoración de sus habilidades, cualidades y virtudes ha sido constante a lo largo de la historia de la humanidad. Las mujeres afro, además de ser discriminadas por ser mujer, hemos sido menospreciadas por ser afrodescendiente. Hoy en pleno siglo XXI la contienda continúa, las mujeres descendientes de africanos y africanas hemos decidido ir de cara a los paradigmas de belleza, aceptar nuestro color, rasgos fenotípicos, cabello y africanidad.

Ser afro se ha puesto de moda pero llevar el cabello natural va más allá del auge que ha tenido en los últimos 5 años. El uso del cabello ensortijado es una pugna en contra de los estándares de belleza en donde lo negro no encaja, es el grito silencioso en pro de la reconstrucción de identidad que por más de 600 años se ha visto opacada. Ahora bien, con toda la dinámica anterior, a pesar de que algunas mujeres no nacieron en pueblos afrodescendientes, igualmente tienen sentido de pertenencia con esta historia y se identifican con ella. Son sensibles frente a sus culturas, ya sea por fascinación personal o porque han estado en contacto con la historia de estos pueblos a través de la ascendencia familiar o simplemente externa.

El proceso de reivindicación pacífica del ser afro a través del cabello, es aportar a la edificación y reconstrucción de la identidad como afrodescendiente, no sólo de la mujer dentro de los escenarios donde lo afro predomina sino también fuera de ellos. Aunque ahora lo afro parece ser algo común y que está a la vanguardia de las grandes propuestas de la moda para el 2018, los colores se han estado sumando a la corona natural que llevamos las mujeres a través de los turbantes. En la carrera sin fin por responder a estas tendencias, la apropiación cultural de lo afro ha impactado rápidamente, de tal manera que con poca o nula información algunos la toman obviando el valor histórico y significado intrínseco que tiene la herencia y los saberes afro-ancestrales.

Recuerdo mi dos primero años de transición de cabello alisado a afro que fue marcado por una serie de críticas familiares y externas. No imaginé que sería una mujer palenquera, mi abuela, una de las primeras en decir “¿Cómo dañaste tu cabello?»

Cristina de la Hoz en San Basilio de Palenque

En este sentido, lo importante va más allá de simplemente llevar el cabello afro-rizado, hacerse unas trenzas o usar un turbante; es el reconocer el papel preponderante que estos peinados tuvieron durante el periodo de conquista. Así también aportaron en la constante búsqueda de la anhelada libertad de la que fueron privados/as por muchos años los y las africanas y su descendencia. Y luego, apartir de llegada la libertad, es importante reconocer el proceso de aceptación por el que hemos debido pasar y el reconocimiento de nuestro aporte a la construcción de la historia de la humanidad. Si bien el cabello rizado es natural de una mujer afro, ha sido estigmatizado desde el atroz período de esclavización, además de mal visto dentro y fuera de las comunidades negras. Alisar el cabello era la tarea por la cual todas las mujeres afrodescendientes debíamos pasar aún sin quererlo, como consecuencia de la presión social. Lejos de la moda, mantener el cabello afro-rizado o ensortijado, es transmitir la aprobación y empoderamiento ancestral y personal.

Recuerdo mi dos primero años de transición de cabello alisado a afro que fue marcado por una serie de críticas familiares y externas. No imaginé que sería una mujer palenquera, mi abuela, una de las primeras en decir “¿Cómo dañaste tu cabello?” O la madre de una amiga, que en diferentes ocasiones mencionó  “Lucías mucho más femenina con el cabello liso”. ¿Era realmente un daño dejarlo libre y despojarme de las ataduras del alisado? Hoy estoy segura de que abrazar mi raíces y aceptar mi africanidad fue la mejor decisión. Vencer las críticas destructivas, aceptar y amarme empezaba por mí.

Las trenzas marcan relatos de resistencia por mantener nuestras tradiciones y costumbres. Por medio de ellas, se logró hacer del lienzo el cuero cabelludo, dibujar y palpar un mapa capilar con ruta hacia la tierra prometida donde la libertad dejaba de ser un sueño negro para volverse realidad.

Las trenzas marcan relatos de resistencia por mantener nuestras tradiciones y costumbres. Por medio de ellas, se logró hacer del lienzo el cuero cabelludo, dibujar y palpar un mapa capilar con ruta hacia la tierra prometida donde la libertad dejaba de ser un sueño negro para volverse realidad. Algunos peinados y trenzas sirvieron como alcancías para guardar monedas y ahorrar para comprar la libertad, otros permitían esconder y recolectar semillas que transportaron a los palenques; esos lugares ubicados estratégicamente, rodeados de maleza, cerca de las montañas y a la orilla de los ríos. Allí, hombres y mujeres afrodescendintes llegaban huyendo del yugo esclavizador para ser libres, practicar y conservar su legado ancestral. Hoy conservamos uno de esos pueblos, San Basilio de Palenque es Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la humanidad, proclamado por la Unesco en el año 2005.

Cristina de la Hoz.

Fue ahí en Palenque donde aprendí sobre la historia, el aporte de nuestro cabello y el hermoso legado que llevamos. Mi madre, mi abuela y las mujeres palenqueras que les precedieron, nos contaron cómo en aquella época, el poder del blanco seguía dominando. El aquel entonces, afro-rizado natural era considerado repugnante, al igual que las trenzas del arte tradicional africano; inicialmente por mujeres blancas de la época, quienes las encontraban desagradable al verlas atractivas y llamativas para los hombres. Por esta razón, se obliga a la mujer afro a usar telas en la cabeza y así cubrir sus cabellos. No pasó mucho tiempo, cuando mediante el turbante también se empezó a comunicar. Dependiendo del número de vueltas, se sabía el nivel de poder de una mujer dentro de su grupo social. Los nudos en dirección al centro de la cara se relacionaban a la edad, ubicando el nudo creado en la pañoleta muy cerca de la frente de las más niñas. Por otra parte, si gran parte del turbante recae a la derecha, la mujer que lo porta está comprometida, lo contrario revelaba el bulto a la izquierda.

En conclusión, como mujer afro que ha vivido dentro y cerca de las comunidades negras, raizales, palenquera y afrocolombiana -enriqueciéndose de la historia y cultura- me parece problemática la adopción de una tradición étnica sin valorar su riqueza, contribuyendo a la pérdida de su significado y reivindicación con el pueblo de origen. A través de la apropiación cultural desinformada se tergiversa el derecho a la herencia sufrida que durante años fue negada a nuestras comunidades. Desde antaño, como hemos visto, las mujeres afro hemos jugado un papel imperante como portadora, tejedora y resguardadora de sabiduría invisibilizada por siglos. Por eso, lo importante no es que lo uses o dejes de usar, sino que #úsaloconconciencia es la clave.

 Cristina de la Hoz Márquez

 

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