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Movimientos, lenguajes y realidades

El texto Entropias de Federico Baggini es un viaje subvertido, de la misma forma que se encuentran los títulos. Entra trópicos, estaciones, medianos y meses, el autor nos lleva a un lenguaje desconfigurado. Desde el símbolo de lo cotidiano construye la realidad tan cruda en la que ha vivido. Es una búsqueda con la pregunta constante de cuál es la entropía del lenguaje, cuando a pesar de ser constructor de realidad, no cambia nada del contexto que toca vivir, que es cuantificado desde el “Preámbulo”.

En este poemario, el autor se propuso escribir un poema por día como ejercicio, como resultado tenemos un yo poético que se encontrará con el nacimiento y la muerte de cada día, desde el comienzo, en “Recedrata, recenama”, donde da el primer paso en este viaje tempo-espacial como elefante en un mundo desolado, sin familia, tiene la carga de la memoria sobre su lomo. Esta memoria que «se apoya en la ceniza» (24) hace que sea imposible deshacerse del recuerdo y el olvido: «un olvido se inclina hacia mi (sic)» (46). Todo mientras «Alguien sugiere regar los espejos con arpones» (46) como si este objeto mágico rescatará al olvido con la palabra. Llegar incluso hasta «Toser las máscaras que llevamos dentro» (50) como una especie de puja hacia el olvido. En más de un poema se podrá encontrar una relación entre enterrar y olvidar como también desenterrar y recordar; paralelismo que llevará al viaje hacía el anonimato dentro de la masa uniforme de la nada y el caos.

Este paraje apocalíptico se irá mostrando cínicamente, con una carga fuerte de pesimismo: «Tal vez sea el momento / de salvar con sanguínea equidad / las facciones casi ilesas de lo que siempre serán ruinas» (53). También, aparece enojo oculto: «hay un esqueleto / en cada desmayo (o sincope) una música / que oscila entre lo pútrido, / lo exhausto / y lo espectral» (57). Cree que la solución es “El deshacer del otro” (18), como una especie de alquimia que se manifiesta por este lenguaje depurado de paisajes. Entre los poemas, se está caminando a través sentimientos y entre imágenes de los barrios más marginados y olvidados por la sociedad. En este espacio, lleno de espejos que duelen, se encuentran «Allí los niños de la mortaja / del antro, la jerga y la poética del braille // Aquí las niñas de la vastedad / de los ojos sin cabellos, ni chalecos ni velámenes» (73).

«Sin importar al lugar al que vayas, / lo primero que tenés que hacer / es cavar una, dos, tres / o la cantidad de tumbas / que el Señor crea necesarios.» (72).

No se encuentra a quien culpar de esta devastación. Incluso Dios aparece como un ser injusto: “Dios le da pan / a quien no tiene dientes / y dientes al que no tiene rostro / sino antifaz” (22). Parece que todo está en el mismo olvido, luchando contra el cuerpo, “la desolación/ De sangre quemada” (21), en las ausencias, por el rechazo a los vidrios que funcionan como profesores de la humanidad. Todas las figuraciones se encuentran deshumanizadas y alienadas. El yo poético intentará seguir su camino por las fisuras, los dolores, las enfermedades y los errores.

«Sin importar al lugar al que vayas, / lo primero que tenés que hacer / es cavar una, dos, tres / o la cantidad de tumbas / que el Señor crea necesarios.» (72). No hay salida posible, no hay entropía en el lenguaje. El que manda es un Dios corrupto que se ha olvidado de la realidad, solo se manifiesta en los símbolos huellas, la tríada esencial de la literatura: la muerte, el amor y lo divino. La realidad no encaja en ese mundo simbólico que se degrada. «A veces nos sobra realidad» (82). Incluso la muerte aparece a modo ficcional en «Lavitse».

El lenguaje no tiene conclusión, no sobrevive a la entropía de la realidad física. Se encuentra por fuera de este. «La palabra sana pero no ama» (88). El viaje no tiene conclusión: «la purga se hace / lo que cambia es la manzana» (89). Los espejos existen, pero sigue dando un reflejo, no la imagen a modo de fotografía, situados en tiempo y espacio. Aún así, el lenguaje sana, se convierte en un modo de exorcización entrópica, para que nuevamente al final del camino haya un equilibrio entre ambos mundos, que exista el mismo calor y el mismo frío en todos los puntos que el yo-poético ha marcado en este mapa-libro. Para encontrar ese equilibrio, sin llorar las pérdidas, en una seguidilla de metáforas comparaciones que funcionan para delimitar ciertos conceptos: «la escases (sic) como merito / la miseria como síntoma / la pólvora como forma de la respiración» porque «ningún  crucifijo / detiene la bala» (96).

Ficha Técnica

Entropías
Federico Luis Baggini
Autogestión
2018
102 páginas


Por Catalina Amaire
Catalina nace bajo el sol en Libra, la luna en Sagitario y el ascendente en Piscis. Es poeta, correctora, ensayista y literata. Como poeta, ha participado de varias lecturas, eventos y ciclos literarios. Se encuentra publicada en revistas virtuales e impresas y antologías, por ejemplo en: Lector.cl, La Cimarra, Samantaralbhabna y Satélite. En el 2017, publicó su único libro, poemario de prosas poéticas, Los leones (Ediciones Artilugios). También, ha publicado video poemas junto a Producciones BoluWea. Es socia del colectivx de artistxs, Piño Choroy, además de ser parte de MIEL (Movimiento Internacional de Escritorxs por la Libertad).

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