“No sé cómo pude estar intentando ser otra cosa…”
El pasado 2 de agosto se llevó acabo el lanzamiento del disco de Camila Moreno, titulado Mala madre. El escenario se encontraba cubierto de mantos blancos, que construían un ambiente claro y natural. Mientras esperábamos, en el fondo se proyectaba una prosa que hacia comprender el sentido del disco; se nombraban y reconocía influencia importante de grandes mujeres de nuestro como país, como lo son Gabriela Mistral, Violeta Parra, Stella Díaz, entre otras. “En homenaje a la relación directa entre humanidad y naturaleza” era la última frase del texto, y es justamente esta la que pienso condensa de manera muy adecuada lo que Camila quiso expresar con este nuevo disco, pues mucho se ha hablado del aspecto femenino que se remarca en este álbum pero es la relación mujer-naturaleza lo que subyace en las letras.
Mala madre es una muestra de satisfactoria rebeldía que permite a Camila Moreno escupir en la cara de las máscaras sociales, mostrándose como tal en sus composiciones y en el escenario, aspecto que incluso demostró cuando se lanzó al público sin pudor alguno. Se trata de un nuevo non serviam, que desafía tanto este pudor, que se establece como una convención social, como a las barreras personales de la cantautora, quien busca hacer rugir al sentimiento más profundo —pero también más primitivo— del ser humano. Se trata de dar a conocer, mediante una sensible exploración, esa cosa oculta que por alguna razón se nos ha impuesto como algo prohibido que es mejor mantener distante.
Fotografía de Pilar Villanueva-Martínez
La atmósfera musical de Mala madre es consecuente con la rebeldía que el rabioso tema implica, y esto se sintió en el show que la cantante presentó en su lanzamiento contagiando de energía a todos los auditores extasiados que coreaban sus canciones. Sin embargo, la presentación de este grito surge de una complementaria unión entre las letras y la danza que se desprende de los ritmos de las canciones: es un grito bailable, una alegre rebeldía que mueve su cuerpo en libertad. Las percusiones se convierten en protagonistas en momentos que condensan emociones potentes, asumiendo un rol rítmico que desprende dos sensaciones: el golpe desvergonzado y rebelde, y la invitación a sentir en el cuerpo la danza que produce el mostrarse —al fin— a sí mismo.
En relación con lo anterior, Camila Moreno también critica la política y el rol que tienen los políticos en esta sociedad que pareciera que vende su libertad a este tipo de autoridades, que es lo que evoca la canción “Libres y estúpidos”; de modo similar, la canción “Máquinas sin Dios” expone un escenario humano a modo de presagio: “en este siglo que está empezando / yo vi la sangre, yo vi los cuerpos / amontonados”. Pero ante esto surge la danza ya mencionada: “se ama lo que está encendido / se quema el poder bailando”.
Finalmente, corresponde mencionar la importancia de lo femenino en el disco. La presencia femenina, que va desde la portada de Mala madre hasta las canciones, se propone como una raíz fundamental por la que la humanidad se ve atravesada y arraigada. Esta raíz es regada por cada hombre y cada mujer, dejando en evidencia la fuerte energía que existe en la naturaleza y que nos implica a todos. Esto conecta de manera relevante con los párrafos anteriores, pues la feminidad se rebela en medio de una sociedad gobernada por lo masculino, mostrándose sin pudor y danzando en libertad.