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El estallido que revive los versos de Montealegre

Los aficionados a la literatura saben de sobra que la palabra construye, tanto dentro como fuera del texto. Construye mundos y significados, nombra e identifica. No podemos comunicarnos sin ella. Extraño es, por tanto, encontrarse con un escritor que sea capaz de destruir –o al menos deconstruir – el lenguaje por medio de sí mismo. En discurso y forma, La palabra rabia del fallecido poeta Pedro Montealegre, es la negación de todo lo construido, incluidos los nombres, la idea del yo, la ciudad, el País. 

El texto, que ha adquirido materialidad por segunda vez, fue reeditado por la editorial independiente Komorebi Ediciones, en septiembre de 2019 en la ciudad de Valdivia. Destaco el objetivo que esta señala en su página: “difundir obras valiosas que no tienen mayor circulación en la industria editorial y libros inéditos que merecen su divulgación.” Alejado del centro de Chile, apareció La palabra rabia, con 300 ejemplares puestos en circulación como una premonición de lo que estaba por venir. Estos poemas siempre han sido de afuera, nunca editados en Santiago, incluso desde su primera edición, realizada en España hace quince años. Hoy, la edición es provinciana y es coherente que lo sea. No puede venir de la metrópoli un texto que escapa de toda norma o centralidad. 

A primera vista, nos encontramos con un formato apaisado, que provoca la sensación de que estos poemas no caben en la página vertical, por la manera en que están escritos: bloques de letras y signos que no concuerdan con el tradicional formato poético de versos cortos y ordenados de forma descendente. Es cómodo para el lector e invita a rayar los márgenes de sus hojas muy blancas, tratando de atrapar ideas centrales y interpretaciones clave, aunque no se pueda.

Más hacia adentro, el texto poético está dividido en cuatro partes: “La rajadura”, “Orden de ciego”, “La palabra rabia” y “Tú no eres verdad”. El libro finaliza con un epílogo de Cristián Gómez Olivares, quien realiza una interpretación actualizada del poemario, contingente, previa al 18 de octubre. A pesar de esto, no se equivoca en su juicio acerca de la vigencia de las palabras escritas por Montealegre hace más de diez años, que se vuelven nuevamente significativas ante el estallido social que sigue expandiéndose por Chile.

Ahora, su contenido. Fue difícil de atrapar. Primero, porque no está separado de su forma, dado que el formato en que se presenta significa demasiado.  El autor lucha contra el lenguaje con palabras, pero esta pelea no está solo dicha, sino que se encuentra actuada en la forma de su poesía, que se estira como prosa, pero que no puede serlo bajo ningún punto de vista. Nada se conecta dentro del texto, pero de alguna forma adquiere significados múltiples en la cabeza. Es como entrar a un bosque: demasiada información, pero se entiende que el conjunto de árboles forma un todo, es bello y es inhóspito. 

De la misma manera en que se va deshaciendo la idea de nombrar las cosas, al mismo tiempo, los nombres de sus poemas se confunden con todo lo demás. No encabezan la página, sino que simplemente forman parte del primer verso. La única forma de percibir que se han nombrado los poemas es mirando el índice. Desde allí, se tejen y se comprenden oraciones como:

“Poner nombre al texto es llamar a un mal” (p. 26)

«Yo te nombro
y me des-nombro aquí. Un escombro soy. Un escombro necesario
para alzar un dilema. Hola, Dilema; soy Pedro. Sí, con la P de Pozo,
Patria. Y Perro.” (p. 31)

Incluso refuerza esta sensación del sinsentido del nombre con onomatopeyas sucesivas y las contrapone a la verdad del sonido. Como con su lenguaje no nombra, ni construye nada, su verso, sencillamente, de-construye. La impresión constante de ser bosque en sus letras le permite no contradecir la idea de que nombrar, decir y describir son horror, ya que no lo hace. Evoca sensaciones y enuncia en los verbos, no en los sustantivos, sus ideas más profundas sin pasarlas a llevar. 

“La peste de nombrar: erigir el mañío donde se empala a un clérigo:
la peste de poner Nombre: Casa: el falo delicioso con forma de pez,” (p. 58).

La segunda destrucción, es la del sistema social y económico en el que vivimos. Su verso se contrapone a la abundancia, a la usura y al consumo, al yo y a la ciudad:

“Construcción, no me sirves
para poder vivir. Yo quiero ser todos, llamarada sin causa, más que arder
en direcciones del hábito. No habito. Ser. Manga de polillas contra el lucero. Ser
de polillas destrozadas por la palabra electricidad.” (p. 18).

“Los ricos son lo otro”, dice. La fábrica y la contaminación del mundo la contrapone con la belleza del obrero colectivo, el obrero todos.

A lo largo del libro vamos entendiendo que la escasez, la sequedad y el hambre son la poesía y la vida, en contraposición a la propiedad y a la abundancia:

“un fiel (dinero), fiel –es- (poder), un fiel
(yo tengo). ¿Ves? La ternura es tener. Yo me llamo Tengo.
Tú te llamas Hambre. Tengo. Hambre. Una sed es lucha
y un poema es beber” (p. 25).

«Pero hay engaño. Hay doler en la gramática de quien come” (p. 18)

Mirando hoy la realidad de Chile, pareciera que sus palabras han salido de su encierro con toda potencia y van por las calles, no importa la interpretación que les demos como lectores, porque ahora la rabia está afuera y está destruyendo y re-nombrando. ¿No es poético? Dicen que Pedro Montealegre tenía talento como adivinador. Y escribió hace 15 años:

 “El día, la coronación –ah- punto invisible: Chile presume:
soy punto visible. Hola, yo me llamo Chile. Soy niña encaramada
en la punta de una ola. Soy chico sentado al borde de éxtasis.
Tengo esta cara y ya no la ves. Yo tengo una herida: hola, soy Peste,
y me dicen Herida. Yo tengo una herida, la otra bala de Chile.” (p. 58)

La palabra rabia es un libro duro y a la vez fluido. Difícil de asir, pero cercano a todas nuestras heridas, por lo tanto, comprensible. Hoy es más que eso, a la luz de la destrucción y  reconstrucción de los supuestos pactos que regían a nuestra sociedad, vemos en la palabra que se mutila a sí misma en manos de Pedro Montealegre, el reflejo de la violencia que se está auto destruyendo por las calles de Chile. No hay mejor momento para su reedición y su lectura que los tiempos que vivimos.

La palabra rabia

Pedro Montealegre

Komorebi Ediciones, 2019

80 páginas

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