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“Adentro la herida” de Daniela Acosta: La necesidad de un relato imposible

La intimidad de un diario de vida es algo que se ha roto en diversas ocasiones a lo largo de la historia de la literatura. Diarios de famosas escritoras, como Virginia Woolf o Susan Sontag, o testimonios de momentos cruciales de la historia alojados en cuadernos, como el de Anna Frank–el más famoso de todos–, son ejemplos de dicha ruptura. Quienes hemos escrito diarios sabemos que muchas veces contar, pensar escribiendo, es una necesidad incontenible. Tomando esto como punto de partida, la lectura de Adentro la herida de Daniela Acosta, nos lleva a pensar cuál es la implicancia que tiene la presentación de una historia en formato de diario o cuaderno cuando esta es ficticia.

La historia es dolorosa y sencilla: una mujer fue abusada en su infancia por una persona  de su familia. En el presente de la novela escribe un cuaderno intentando desenredar el recuerdo del dolor y el trauma que revive día a día, mientras trabaja como profesora de matemática, asiste a terapia y se relaciona con sus amigas. El magnetismo de la novela, sin embargo, está en los detalles, más allá de la historia misma, que no necesita explicarse con mayor profundidad para dar a entender su relevancia y su valor como soporte de empatía para cualquier mujer que haya pasado por una experiencia similar. 

La pregunta que nace a partir de la forma narrativa, y que podría fácilmente ser la pregunta que se hace la autora antes de escribir es: ¿cómo se cuenta una historia imposible a otras personas sin habérsela contado a una misma? Si seguimos el hilo de esta posible interrogante, vemos cómo aparecen tres capas de relato en la escritura de Acosta. Por un lado, está la escritura de la protagonista sin nombre, que escribe para poder sacar de su cuerpo y de su mente, primero hacia el papel, lo que es demasiado horrible para decir en voz alta:

“Me salgo de mí y me veo: escribo frenéticamente buscando un sentido, buscando sacar lo que tengo en mí. Ha pasado tanto tiempo todo esto encerrado que me desborda, que no puedo sino escribir y escribir” (p. 90). 

Existe un segundo nivel en la narración, uno que aparece de vez en cuando y que corresponde a las historias de otras mujeres que sufrieron abusos por parte de familiares y las consecuencias que contarlo tuvo para ellas. La protagonista las registra y las deja ahí, sin vinculación con nada más, como una forma de legitimar tanto su experiencia como el miedo a compartirla: “La cantante irlandesa Dolores O’Riordan fue abusada sexualmente por un familiar desde los ocho hasta los doce años. Solo pudo decirle a su madre a los 34. No llegó a contarle a su padre” (p. 31). El recurso se extiende por la novela, mientras la protagonista no escribe directamente en el diario lo que pasó, como si las experiencias ajenas fueran un espejo de la suya y el reflejo fuera lo único que es capaz de describir. Estas historias desaparecen a medida que el relato se vuelve más íntimo y concreto con respecto al suceso.  

Finalmente, se hace presente la historia que ella logra contar a las mujeres que aparecen recurrentemente en su vida, sus amigas, Anto y Julia, y su psicóloga: “Le he estado comentando a Julia y Anto sobre la terapia. Me cuesta, pero quiero saber qué piensan ellas de las cosas que me dice la psicóloga” (p. 81). Es así como la novela se estructura a partir de los relatos que vienen desde fuera de la vida del personaje, los que provienen desde su más profundo adentro y los que logran salir poco a poco de su boca en busca de reconocimiento, empatía y liberación. Contarse el cuento de otras y contarse el cuento a sí misma, es lo que finalmente permite abrir la puerta de la verdad a otras personas. El personaje escribe: 

Lo imposible de la verdad. Todo lo que siento es verdad y es real para mí, pero para nadie más. Alguien dijo el otro día en la radio (…) algo sobre la poca importancia de la empatía, dada la imposibilidad de vivir la experiencia del otro (…). Nadie puede vivir lo que yo vivo, nadie puede vivir lo que yo siento (p. 71).

Contar, pensar escribiendo, es una necesidad incontenible. Y la realidad que circunda el tema principal de la novela es también algo digno de un desahogo desesperado o de reflexiones más calmadas. El trabajo, la amistad, la terapia, el amor no correspondido. En muchos de los pasajes de la novela pude identificar el contenido de mis propios cuadernos. El ser una profesora que carga con las atrocidades del sistema educacional, enamorarse, pero no tanto, de una amistad cercana, no querer levantarse y la vergüenza que eso conlleva en este sistema de vida, no querer ir a trabajar, aunque “me caen bien los cabros chicos, eso es innegable” (p. 24), no confiar en la psicóloga, pero ir igual, estar enojada con una amiga, la pérdida del sentido y la depresión. Leí una novela sobre algo que yo no he vivido, sin embargo, viví todo lo demás. 

Lo que Daniela logra llevar al papel a través de esta herida, son todas las demás heridas que impiden que la más grande pueda sanar. La lectura de lo privado permite a la lectora saber que está accediendo al lugar donde se concretan y dejan fuera de la cabeza todas las cosas que no nos atrevemos a decir, sin buscar respuesta. 

Daniela Acosta escribe sobre personajes que escriben. Escribe con los vacíos que tiene la vida, sin tratar de llenarlos con pensamientos que solo puede develar el narrador omnisciente. Es una historia material, fija en un papel imaginario, procesada y externalizada por un personaje ficticio, que aleja a la autora de las lectoras. La creación de un diario íntimo le quita el profesionalismo a la escritura, la aleja de su emisora y acerca a la receptora a la idea de que cualquiera pudo haberlo escrito, que a cualquiera le podría haber pasado, que esta ficción, no es realmente una ficción, sino que es el vómito del alma vertido en las páginas del cuaderno, sin filtros y representando miles de realidades similares.

Asimismo, la primera novela de Daniela Acosta, El otro tiempo, editada por Calabaza del Diablo hace siete años, construye una historia en base a cartas de una mujer a otra. El género epistolar abre también la puerta a la narración íntima, con vacíos y honestidades que se comparten con las lectoras, limitados por lo que la protagonista es capaz de escribir. Adentro la herida es su segunda novela y se suma a dos publicaciones más, de distinto género: un poemario titulado La otra velocidad (2010) y un cuento contenido en Voces -30: Nueva Narrativa Chilena (2011), una antología de cuentos de autoras y autores chilenos. 

Amical Editoras fue la editorial –independiente y feminista– encargada de publicar su última obra en diciembre de 2022. Los principios que sustentan la publicación desde la editorial, otorgan aún más sentido a la historia relatada en primera persona y desde el feminismo. Como plantean las mismas editoras: “Amical quiere decir amistad, un refugio para la solidaridad e igualdad entre nosotras, en colaboración y con nuestros afectos por delante, ajeno a las formas convencionales de trabajo y lazos con otras y otres”. 

La acogida dada, por parte de la editorial, al diario íntimo de una mujer enmudecida por un hombre, sin importar los elementos ficticios del género, es muestra de la necesidad de abrir la posibilidad y hacerse cargo de publicar aquello que desesperadamente necesita ser contado. Escribe Daniela lo que además escribe su personaje anónimo, que puede ser cualquiera y que es, efectivamente, todas las personas que escribimos, todas las mujeres abusadas, todas las profesoras desesperadas, todas las amigas y las terapias. Todas. 

Daniela Acosta, autora de Adentro la herida

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