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La historia colonial del término ‘América Latina’

Introducción

¿Te has preguntado por qué agrupamos y llamamos ‘América Latina’ a la región de habla hispana, portuguesa y francesa del continente? ¿Cuál es el impacto del término ‘América Latina’ en los pueblos indígenas y afrodescendientes? El uso de este término lingüístico para referirse a un territorio específico del continente americano no es neutral. Más bien, obedece a un ideal paternalista y colonial que buscaba borrar y prevenir la llegada al poder de los pueblos indígenas y afrodescendientes en el continente. Y con eso, perpetuar una identidad colonial europea y un orden institucional que siguiera siendo liderado por los criollos. Por esta razón, cada vez más personas utilizan términos alternativos a los conocidos típicos “Sudamérica, Iberoamérica, Hispanoamérica y Latinoamérica” para nombrar al contienente, reconociendo la presencia y legado indígena y afrodescendiente. El término más conocido es, sin duda, ‘Abiayala’. Con sus orígenes en la lengua del pueblo Kuna, en lo que hoy se conoce como Panamá, ‘Abiayala’ significa tierra en plena madurez y representa el cuarto siglo en que se encuentra esta tierra.

Ahora bien, volvamos al origen de este concepto de América Latina. ¿Por qué era conveniente y, para los criollos y europeos incluso necesario, aunar este territorio bajo una identidad lingüística? ¿Qué tiene que ver el latín con el intento de control externo y colonial de los países y territorios que componen Abiayala?

Orígenes del término

Si nos remontamos a los inicios del colonialismo europeo, sabremos que las tierras que hoy conocemos como “América Latina” eran llamadas “Las Indias” o el “Nuevo Mundo” por el Imperio Español. Estos nombres, desde ya, reflejaban la visión eurocéntrica de estas tierras como exóticas, nuevas y ‘diferentes’. Sin embargo, este término está más vinculado al siglo XIX y la época de los movimientos independentistas liderada por los criollos.

Con la independencia de Estados Unidos en 1776 y su rápida expansión, las ideas independentistas en los países de la región comienzan a agarrar fuerza entre la elite criolla –hijos de españoles colonos (peninsulares) nacidos en América–. A medida que las colonias españolas buscaban su independencia en el siglo XIX, surge entonces un nuevo sentido de identidad que sirvió como motor de este movimiento.

Carta de Jamaica escrita hace 202 años por Simón Bolívar al empresario inglés Henry Cullen, interesado en los procesos de emancipación. El manuscrito original está expuesto en el Salón de Gabinete del Palacio Presidencial hasta el 19 de marzo del presente año. ANDES/Micaela Ayala V.

La influencia de Simón Bolivar

Los criollos comenzaron a verse como diferentes de los peninsulares, nacidos en España. Comenzaron a usar el término “América Española” para distinguir estas tierras de otras colonias europeas y, sobre todo, inglesas que ganaban gran fuerza. Aquí, la figura de Simón Bolivar y su ideal de liberación de las colonias españolas es crucial. Para su ideal de emancipación y unidad, Bolivar profesaba una igualdad entre quienes habitaban la “América española” (criollos, mestizo, negros e indígenas) frente a los peninsulares leales a la corona. Tal como Bolivar afirmó en la Carta de Jamaica:

“Estamos autorizados, pues, a creer que todos los hijos de la América española, de cualquier color o condición que sean, se profesan un afecto fraternal recíproco, que ninguna maquinación es capaz de alterar”.

Sin embargo, para Bolivar, esta igualdad solo aplicaría a su ejército, compuesto en mayor medida de negros e indígenas, y bajo la necesidad de emanciparse contra la corona española. Al igual que la elite de la estructura colonial, él temía a la pardocracia. La pardocracia se refería a un posible gobierno de pardos –indígenas, negros y mestizos– que desplazaría a los criollos blancos.

Como escribe el académico Enrique Morales, recordando la Carta de Jamaica, “El nosotros bolivariano también se funda en la diferencia con otro interno: los mestizos, los indígenas, los mulatos u otros descendientes africanos en América.  Todos ellos están excluidos de la ‘americanidad’” (2021, p. 619-620). De esta forma, la “identidad criolla” como resultado del movimiento pro-independentista se construyó mediante una continuación del legado europeo, principalmente la lengua y el catolicismo, excluyendo a las poblaciones afrodescendientes e indígenas, y en la necesidad de separarse de la américa anglosajona.

Otros usos del término

Una de las primeras referencias escritas del término América Latina es un poema del intelectual colombiano José María Torres Caicedo. En 1856 escribió:

“La raza de la América Latina, al frente tiene, a la raza sajona”.

A través de este y otros escritos, Torres Caicedo tuvo un rol fundamental en la divulgación de la idea de “latinidad”. Bajo su visión, esta rescataba “la raíz cultural hispana de la América española, sector naturalmente privilegiado para él de la América Latina” (Ardao 41). Así, Caicedo fue de los principales promotores de esta idea, e incluso hacía eco del ideal bolivariano de unidad latino-americana. Y, al igual que Bolivar, esta latinidad y unión significaba aceptar y abrazar el legado europeo: el catolicismo, la lengua, y los criollos liderando esta nueva identidad.

Paralelamente, en Francia, el término “América Latina” se usaba en relación a la modernidad y al desafío al predominio anglosajón (Enrique Ayala Mora 2012). Francia en ese entonces estaba bajo el mando de Napoleón III, quien comenzó a impulsar una política de identidad para legitimar y expandir su influencia en el continente americano y detener el avance anglosajón usando justamente el término ‘Latinoamérica’. A diferencia del concepto ‘Hispanoamérica’, este sí incluía Francia abriendo la oportunidad de ganar influencia en el continente.

La clase dirigente e intelectuales franceses rápidamente popularizaron el concepto de ‘América Latina’. Michel Chevalier, intelectual francés, reforzó esta idea acuñando el término ‘panlatinismo’ para designar una civilización occidental liderada por Napoleón III y unida a través de la lengua y el catolicismo. Mismos elementos que rescataban los independentistas criollos.

Jodocus Hondius (1563-1612). Este mapa está disponible en la División de Geografía y Mapas de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos bajo el código digital g3290.np000144.

El rol de la iglesia católica

Como he mencionado, la religión católica fue fundamental para forjar una identidad y unidad “latina” que se separara Estados Unidos y de los poderes de las coronas europeas.  El académico Ayala Mora (2012), explora a profundidad el rol de la iglesia católica en el uso de este término “América Latina”. Así, argumenta que la iglesia no solo contribuyó a la a su difusión, sino que también lo utilizó como una herramienta para fortalecer su influencia social y política en la región, promoviendo una identidad común basada en la herencia cultural europea y religiosa compartida.

El uso del término por parte de la iglesia comienza con la fundación del Colegio Pío Latino Americano en Roma, promovido por el sacerdote chileno José Ignacio Eyzaguirre Portales bajo el auspicio del Papa Pío IX en la década de 1850. La Iglesia utilizó la idea de “latinidad” para establecer una identidad común entre los países de América Latina, vinculándolos a sus raíces culturales y religiosas compartidas con Europa Latina, especialmente en oposición al mundo anglosajón.

La Iglesia Católica, a través de estas instituciones, perpetuó las jerarquías coloniales al mantener el control sobre la educación y la moral. La formación de sacerdotes en Roma aseguraba que regresaran a sus países con una visión alineada con los intereses del Vaticano, lo que a menudo significaba apoyar las estructuras de poder existentes lideradas por los criollos. La Iglesia se posicionó como un baluarte de la tradición latina europea, en oposición a las corrientes secularizantes de la época.

Conclusiones

Siguiendo la historia de este término, es evidente el control geopolítico de la región por parte de las potencias europeas y su interés en asegurar su vínculo mediante una política identitaria peninsular. Aún luego de las independencias, el efecto y objetivos detrás del uso del término ‘América Latina’ no cambió demasiado y más bien fue adaptado por los colonos criollos para convenir un discurso cultural, de la mano de sus instituciones, que asegurara el poder por sobre las grupos indígenas y afrodescendientes.

El colonialismo y las independencias están al corazón de la idea conceptual que nos hacemos cuando escuchamos ‘América Latina’, sin embargo, desde el siglo XX en adelante, hemos evidenciado múltiples iniciativas y movimientos nacidos de pueblo indígenas y negros de la región, para contrarrestar ese legado cultural, político y social, que se traduce en lo verbal. Estas formas alternativas y de resistencia al legado criollo colonial para denominar y entender ‘América Latina’ las exploraré en una próxima columna. Mientras tanto, no nos olvidemos de que las palabras nunca son inocentes.

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