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Náusea: el dolor de un territorio herido

“Las salas de enfrente […] fueron las primeras en desaparecer, luego los árboles y los cardenales fucsias que están a un costado del corredor, hasta que solo se divisaron los pilares de madera. Claudia reconoció el sabor metálico […] a sus niños les picaban los ojos y la garganta y les escurría la naríz; a otros, el vómito les salía con fuerza y unos cuantos se desmayaban” (p.13). Esta historia –que parece sacada de un libro de ciencia ficción– es parte del testimonio de una profesora de La Greda, escuela ubicada a muy pocos metros del Parque Industrial en lo que se conoce como la zona de sacrificio Quintero-Puchuncaví. El relato de Claudia narra lo ocurrido el 23 de marzo de 2011 en las dependencias de este establecimiento educacional y es parte de muchos otros testimonios que componen Náusea, crónica de una zona de sacrificio (2022) del escritor talquino Esteban David Contardo (Chile, 1992). 

Este libro –el primero del autor– es el resultado de una investigación en la que el escritor recorre la zona en búsqueda de los testimonios de la comunidad. En su propio relato como visitante esporádico y en la mixtura de voces que recoge en este vasto territorio, el texto se sumerge en las repercusiones físicas y psicológicas de les niñes y adultes, así como también en las consecuencias ambientales. Desde el comienzo, los testimonios revelan el horror que se vive en este lugar. La intoxicación de escolares es solo una arista, también está el dolor de los familiares de fallecidos y la rabia de los enfermos por la exposición a los metales pesados; el silenciamiento a los activistas ambientales y las consecuencias económicas para quienes solían vivir de actividades de subsistencia como la pesca, el turismo, la ganadería o la agricultura. 

La zona Quintero-Puchuncaví está considerada una de las locaciones más contaminadas del mundo. De las cinco zonas de sacrificio que se reconocen en Chile, la más importante es sin duda esta. El polo industrial corresponde a un cordón de termoeléctricas y refinerías ubicadas a pocos kilómetros de los populares y bellos balnearios de la región de Valparaíso. Hasta el 2021 eran 21 empresas, entre las que se encuentran los terminales marítimos de la Compañía de Petróleos de Chile (Copec), de la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP) y de GNL Quintero. También la central termoeléctrica perteneciente a ENEL, el terminal de gas licuado de petróleo (GLP) más grande de Sudamérica Gasmar y –hasta junio de 2022– la Fundición y Refinería Ventanas de Codelco, con su característica chimenea de franjas rojas y blancas, “la cual puede verse al pasar por Concón a casi dieciocho kilómetros de distancia” (p. 43). 

El origen del horror

La historia del Parque Industrial se remonta a 1958. El sector geográfico de la bahía de Quintero-Puchuncaví fue el lugar elegido en pos de consolidar un foco económico regional y se creó bajo el discurso del “desarrollo” nacional. Aquí se instala primeramente Chilectra y la Empresa Nacional de Minería más conocida como ENAMI. Con la dictadura de Pinochet y sus políticas neoliberales se propicia un escenario ideal para la expansión de las multinacionales. Este Parque Industrial se consolida entonces como un polo energético para el desarrollo nacional. Lamentablemente la refinación de cobre y petróleo son actividades que generan gran daño a los territorios circundantes, degradando no solo los espacios físicos, sino también la biodiversidad y a las comunidades humanas que habitan en ellos. Sin ir más lejos, la normativa ambiental ha sido irrisoria, con regulaciones excesivamente laxas acordes al modelo económico. Así, las empresas operan sin obstáculos, en términos de niveles de emisión de gases contaminantes, daños ambientales y mitigación. 

En junio de 2022, después de nuevos incidentes de contaminación ambiental que afectaron a 50 alumnos y 25 trabajadores educacionales, se anunció el cierre definitivo de Ventanas de Codelco. Lo anterior implicó la baja de contaminación por dióxido de azufre de cerca de un 60% en lo que es la bahía de Quintero-Puchuncaví. Sin embargo, el sector continúa estando expuesto al 40% restante y a otros contaminantes como dióxido de carbono, arsénico, plomo y a los riesgos de derrames de petróleo y otras sustancias como lo ocurrido en septiembre de 2014, cuando ENAP derramó más de 38.000 litros por casi 58 kilómetro de costa (p. 49). Esto causó no solo un daño al ecosistema marino, sino también, a los pescadores, que se vieron sin su fuente de ingresos durante más de tres meses. A su vez, los sistemáticos derrames de carbón han contaminado la tierra, el suelo, el aire y el mar. El territorio está herido y no será fácil reparar el daño. 

«los pescadores no quieren que los indemnicen y así tener libertad para seguir contaminando, quieren que ocupen todas las tecnologías para funcionar bien y, si no lo hacen, que cierren»

Náusea, p.51

El mito del desarrollo: beneficio de unos pocos en desmedro de otros

Uno de los testimonios que se puede leer en Náusea es el de Justiniano Lagos, dirigente sindical de pescadores de Horcón, quien luego de los continuos derrames de químicos al mar por parte de las industrias reclama que “los pescadores no quieren que los indemnicen y así tener libertad para seguir contaminando, quieren que ocupen todas las tecnologías para funcionar bien y, si no lo hacen, que cierren” (p. 51). Sin embargo, el paradigma occidental del “desarrollo” en el que estamos inmersos no busca precisamente hacer el bien a todos. De esta forma, el modelo neoliberal no incluye a las economías de subsistencia, sino que las destruye en pos del desarrollo y el progreso. 

Portada de Náusea

La activista feminista Vandana Shiva dice que “El ‘desarrollo’, como proceso con un sesgo cultural, destruye unos estilos de vida saludables y sostenibles y crea en su lugar verdadera pobreza material, o miseria” (2015, p. 151). Así lo refleja el testimonio de María Araya, ex trabajadora de Codelco: “Este pueblo dependía del turismo y se murió, dependía de la pesca y murió, dependía del campo y murió” (p. 113). La antigua economía de subsistencia desaparece, al mismo tiempo que el nivel de pobreza aumenta. Lo que paradójicamente contrasta fuertemente con la imagen de desarrollo que proyecta el Parque Industrial.

Enfermedad y muerte

María Araya también cuenta que en el pueblo hay varías mujeres que han dado a luz a niños con autismo, su propio hijo se encuentra dentro del espectro. Dice que si bien la genética y la edad pueden influir como gatillantes de esta condición, también puede darse por vivir en ambientes contaminados. Por esta razón, en 2018 cuando se encontró con la directora del hospital de ese tiempo y vio que estaba embarazada no tardó en aconsejarle que se fuera, que escapara del pueblo. Migrar puede ser una alternativa, pero deja tras de sí muchísimos problemas sociales y sicológicos, sin contar el esfuerzo económico que implica. Gladis, profesora de La Greda, da cuenta de ello y dice que cuando cerraron el establecimiento “fue una destrucción de raíz, de pertenencia, que es lo que más ha costado recobrar” (p. 23). 

Quizás lo más horroroso de todo este horror es que mucha gente que vive en el sector trabajó o trabaja actualmente en las industrias. La forma en la que se “ganan la vida” es precisamente donde la pierden. Muchos trabajadores tienen problemas de salud, han dado la vida por un futuro que no les promete nada más que miseria, enfermedad y muerte. El ex trabajador de ENAMI Luis Pino narra con rabia “Todas las muertes que tuvieron los trabajadores en Ventanas han sido de paros cardiacos, infartos al miocardio y cánceres ¿Te imaginas la rabia que debo tener frente a todo esto? ¿Qué justicia hay para la gente que dejó parte de sus vidas a este país?” (p.89). 

Náusea, crónica de una zona de sacrificio es una lectura que te invita a sumergirte en esta zona de sacrificio, ya no desde el dato duro, no desde las ciencias y las políticas públicas, no desde esa atmósfera abstracta y centralista con miras hacia el anhelado progreso, sino desde las voces de la comunidad herida. Esa es quizás su virtud, una lectura en donde la intimidad revela el horror de vivir en uno de los lugares más contaminados del planeta. Y este es solo un ejemplo, ¿cuántos más se deben contar para cambiar la narrativa del desarrollo?

Estéban David Contardo

Bibliografía

Contardo, Esteban (2022). Náusea, crónica de una zona de sacrificio. Santiago de Chile: La Pollera ediciones.
Shiva, Vandana & Mies, María (2015). Ecofeminismo, teoría, crítica y perspectivas. Buenos Aires: Econautas editorial.

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